A lo largo de la Biblia, encontramos un llamado constante a vivir de una manera que agrade a Dios. No se trata de un objetivo temporal, sino de un estilo de vida que refleja nuestra fe y compromiso con Él. En este artículo, exploraremos la importancia de este propósito y cómo podemos aplicarlo en nuestra vida diaria.
Dios nos ha creado con un propósito claro: glorificar su nombre y vivir en obediencia a su voluntad. La Biblia nos exhorta en 1 Tesalonicenses 4:1: "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros cómo os conviene conduciros y agradar a Dios, así abundéis más y más." Esto nos muestra que agradar a Dios no es un acto único, sino un crecimiento continuo en nuestra relación con Él.
Hebreos 11:6 nos dice: "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan." La fe es el cimiento sobre el cual edificamos nuestra vida cristiana. Creer en Dios, confiar en sus promesas y vivir conforme a su Palabra son aspectos esenciales para cumplir este propósito.
Jesús dijo en Juan 14:15: "Si me amáis, guardad mis mandamientos." Nuestra obediencia no debe ser forzada, sino una expresión genuina de amor hacia Dios. Cuando seguimos sus mandamientos, no solo demostramos nuestro compromiso con Él, sino que también experimentamos su bendición y dirección en nuestra vida.
Otra manera de agradar a Dios es sirviendo a los demás con amor y humildad. Romanos 12:1 nos insta: "Presentad vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional." Cuando ponemos nuestros talentos y habilidades al servicio del prójimo, glorificamos a Dios y cumplimos su voluntad.
Dios nos llama a vivir en santidad. 1 Pedro 1:15-16 nos recuerda: "Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo." La santidad no es una opción, sino un mandato que nos permite reflejar el carácter de Cristo en un mundo que necesita luz.
Agradar a Dios debe ser nuestro objetivo constante, no solo en ciertas áreas de nuestra vida, sino en todo lo que hacemos. Esto requiere fe, obediencia, servicio y santidad. Que cada día podamos examinar nuestras acciones y preguntarnos: "Ésto que hago, ¿está agradando a Dios?" Si vivimos con esta perspectiva, seremos luz en este mundo y disfrutaremos de una relación más profunda con nuestro Señor.
Que Dios nos ayude a vivir para su gloria. ¡Amén!